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Julio Touza, cuarenta años imaginando espacios

Entrevistamos a Julio Touza en las instalaciones de Saltoki Home Madrid

Entrevistamos a Julio Touza en las instalaciones de Saltoki Home Madrid

Julio Touza Rodríguez lleva más de cuatro décadas imaginando espacios. Y no de una manera vaga y abstracta, sino perfilando hasta los más mínimos detalles en las formas, los colores y las luces de sus edificios. Desde que saliera de las calles y plazuelas de su Ribadavia natal, recorre el mundo proyectando esos sueños en una arquitectura amable, concebida siempre para la gente que la habita. La arquitectura como servicio y no como espectáculo. Esa mirada personal, basada en el respeto por la historia y el entono en donde construye, le ha convertido en uno de los principales referentes de la arquitectura en nuestro país. Dedicación, talento y mucho trabajo: porque quizá en arquitectura una imaginación desbordante no sea útil si no va acompañada del gran compromiso de construir una ciudad más humana.

Charlamos con él aprovechando una formación en fachadas ventiladas que recibió su estudio en Saltoki Home Madrid.

Nació en Ribadavia, en un territorio con una extensa y rica historia, ¿recuerda algún edificio o espacio que le impresionara en su infancia?

Ribadavia encierra en sí misma un crisol de culturas, que se manifiestan tanto en la arquitectura como en el concepto de su urbanismo. Es una ciudad clásica, en parte amurallada, con calles estrechas y pinas, plazuelas, soportales… Cuando yo era niño lo que más me impactaban era cómo esas pequeñas calles se desahogaban en plazuelas, y cómo las plazuelas terminaban en una plaza grande, donde además vivía mi abuela, y por consiguiente yo mismo. Me impactaba ese espacio. La otra cosa que me gustaba lógicamente era el Castillo de los Condes Sarmiento que en tiempos (mediados del siglo XI) fue capital y corte de Galicia.

Y sin antecedentes arquitectónicos en la familia, ¿cuándo decide que quiere ser arquitecto?

Fue hacia los 16 años cuando empezó a llenarme el mundo de la imaginación y de la creatividad. Después de estudiar los últimos años del bachillerato en Barcelona me vine a Madrid para hacer la carrera de arquitectura, que terminé en el 74. Ya entonces me di cuenta de que había acertado. Con los años he convertido la profesión en un sacerdocio absolutamente vocacional del que disfruto y espero disfrutar muchos años.

 

Si bien quizá vivamos el periodo con más formación de la historia, paradójicamente la especialización a veces elimina del horizonte lo que no se estudia. Fotógrafos que no leen, arquitectos a los que no les interesa la historia… ¿un buen arquitecto debe ser un intelectual?

En primer lugar, no creo que sea cierto que haya mejorado la formación; de hecho creo que se ha empobrecido. Un arquitecto, como un director de orquesta, tiene que saber tocar todos los instrumentos. Aunque no los toque muy bien, necesita tocarlos para dirigir una sinfonía con sensibilidad y acierto. Esa formación pluridisciplinar, rayana a lo intelectual -y que cada uno entienda la intelectualidad como le parezca- se echa en falta. En mi despacho hay muchos arquitectos, cerca de 60, y puedo ver como a algunos de los más jóvenes les falta esa formación. En definitiva, creo que para ejercer bien la profesión de arquitecto es imprescindible tener una parte intelectual notable, y sobre todo cultivarse en el conocimiento del medio ambiente, de la geografía y de la historia, que no es otra cosa que la vida misma. No solo para saber de dónde venimos sino para pensar el hacia a dónde vamos.

¿Cómo interpreta Touza arquitectos el principio de responsabilidad social?

La responsabilidad ética y social es el ADN de Touza Arquitectos, el que he imbuido a todos mis colaboradores, incluido el principal que es mi hijo Julio. El arquitecto debe ser una persona comprometida. Tengo presente siempre una máxima del maestro Van der Rohe que decía “Dios está en los detalles”. El compromiso ético y social de un arquitecto llega hasta los pequeños detalles, porque de su labor depende que en esas casas que diseña puedan ser felices o malvivir muchas personas.

Y precisamente una de las líneas principales en su arquitectura residencial es la vivienda social. ¿Qué retos constructivos supone este tipo de obras?

Soy feliz haciendo viviendas magníficas para la gente que menos posibilidades tiene. Nos vanagloriamos de hacer con excelencia la vivienda social. Hacemos muchísimas, miles, y creo que hemos llegado a un nivel de calidad en la vivienda social dignísimo. Pero efectivamente los retos son cada vez mayores: los costes de la vivienda se han disparado, las exigencias tecnológicas y normativas también, lo que provoca que en consecuencia la arquitectura se encarezca. Intentamos encontrar esa ecuación que permita encajar lo excelente y lo económico, y no es nada fácil. Tal vez por eso estamos inclinándonos en nuestro estudio desde hace ya muchos años por industrializar los procesos constructivos, y utilizar tecnologías que permitan abaratar costes y ejecutarlos en plazos contenidos.

¿Cree entonces que la industrialización es la posible solución al problema de la vivienda en España?

Durante años en España hemos tenido una mala explicación, y seguramente una mala ejecución, de la vivienda industrializada, lo que se conocía popularmente como viviendas prefabricadas. Había un error complementario: los arquitectos pensaban que industrializar la construcción significaba hacerla monótona, vulgar y repetitiva. Pero eso es una mentira absoluta. Algunas de las mejores viviendas, de las más brillantes, se hacen con racionalidad y prefabricándolas. Además, el proceso de industrialización no tiene por qué ser un proceso que afecte al global de la vivienda, sino que también puede aplicarse solo a determinadas partes. Yo puedo industrializar baños, o fachadas. De hecho ya industrializamos ventanas o armarios… Encajar bien las piezas sin duda es el futuro, por eso hay un lema que recojo de uno de los grandes de la arquitectura, y que reza “a quien modula, Dios le ayuda”. Con una buena modulación se podrá industrializar cualquier parte de la construcción, racionalizar los elementos, y abaratar su coste.

La arquitectura como servicio

¿Personalmente, qué es lo que más le gusta de crear espacios?

En mi proceso creativo está el tiempo, mi tiempo. Y mi tiempo creativo es todo el día y parte de la noche. Siempre estoy pensando en los proyectos que estoy haciendo. Hay una cosa que la gente olvida, y es que Dios regala talento a cuenta gotas. Y a los que no nos ha dado talento nos vemos obligados a dedicarle mucho tiempo para que las cosas salgan adelante. Conectando esto con tu pregunta lo que me gusta es soñar permanentemente los espacios que quiero crear. Soñar hasta el más mínimo detalle, de tal manera que voy concibiendo los espacios desde el primer momento. Muchas veces me paso recreándome porque no me doy cuenta de que ese espacio genial que estoy concibiendo no encaja en ese proyecto porque se me va de coste, o porque ese espacio es tan grande que se me va de escala. Y entonces vuelvo atrás. En cualquier caso esa labor creativa de ensoñamiento espacial es maravillosa.

Cuando plantea un proyecto, ¿cómo le influye el paisaje, ya sea natural o urbano, del contexto en el que se enmarca?

Lo que busco siempre con mi trabajo es dar una respuesta al contexto a través de la arquitectura, de tal manera que nuestra arquitectura pretende ser amable con el entorno. En una entrevista que me hicieron hace unos años el periodista definía “la arquitectura de Touza es una arquitectura amable”, y me llenó de alegría. Porque efectivamente la amabilidad es muy importante. Ahora que estamos un tanto abducidos por las estridencias, en lo chabacano, y en la falsa creatividad… lo amable, lo cercano y lo próximo es fundamental.

De hecho hay un término que últimamente se ha puesto de moda que es “la amabilización”. ¿Cómo se puede contribuir desde la arquitectura y el urbanismo a generar una ciudad más cómoda para sus habitantes?

La arquitectura y el urbanismo son casi una misma cosa. Técnicamente el urbanismo es el que ordena los espacios para que la arquitectura los vaya llenando, concibiendo así la ciudad. Por lo tanto, según se conciba la arquitectura los espacios pueden ser agresivos o amables, ruidosos o tranquilos, seguros o inseguros. Hoy debemos buscar una tipología de ciudad segura, en la que los ciudadanos reciban esos imputs de las propias arquitecturas en las que viven, y ser por ejemplo cada vez más amables como ciudadanos, incluso más conectados con los vecinos. Tenemos que conseguir, a través de una buena arquitectura, que las ciudades en vez de alejarnos nos acerquen.

Hablando de diferentes modelos y necesidades, el concepto de vanguardia se suele relacionar con el lujo pero, ¿es posible aplicar o adaptar la vanguardia a nuestro día a día?

Estar en vanguardia es estar a la última. A veces parece que hacer proyectos vanguardistas pasa por hacer proyectos estrambóticos, pero nada que ver. La vanguardia es “la posición primera”, el que en la guerra va delante. En arquitectura debe ser eso, la vanguardia para todo el mundo. Especialmente en la arquitectura dedicada a los más necesitados, y para un urbanismo sanamente concebido, estar en la vanguardia es estar adelantándonos a los procesos para conseguir lo mejor dentro de los parámetros y necesidades que se nos marcan. En resumen, la vanguardia no es solo para los proyectos más lujosos, sino que encaja sobre todo en la arquitectura más comprometida, que al mismo tiempo es la más común.

¿Cuál es la relación entre interiorismo y arquitectura?

Sin duda el interiorismo es parte indisoluble de la arquitectura. Antes me refería al proceso de soñar los espacios. Bueno, pues esos espacios los sueño y los pienso ya con muebles, con luz y color. Ese es mi concepto de interiorismo vinculado a la arquitectura. Sin duda, a veces el interiorismo puede mejorar el espacio interno de una arquitectura vulgar, pero lo ideal es que arquitectura e interiorismo estén vinculados, vayan de la mano y sean un todo.

Hay una teoría que afirma que nuestra civilización va a ser la primera en la historia de la humanidad que no va a dejar ruinas. Suponiendo que se cumpliera, ¿sería un drama cultural o simplemente un hecho que responde a la evolución de los materiales, necesidades y dinámica del urbanismo?

Hay diferentes maneras de interpretar esa afirmación. Está la opción de pensar que no dejaremos ninguna ruina porque “acabaremos con el mundo”, y ahora que estamos en la guerra en Ucrania parece que nos acercamos a ese veredicto, aunque espero que nunca se cumpla. En realidad prefiero pensar que si no dejamos ruinas será porque la arquitectura, que cada vez está más vinculada a la sostenibilidad, será en un futuro tan reciclable que será capaz de volver a ser utilizada de otra manera para un mismo fin.

Reaprovechar los materiales para volver a utilizarlos es algo así como usar los órganos de un hombre para trasplantes. Pura magia concebida. Por consiguiente, ojalá, aun no dejando huella, la huella la dejen las fotografías y nuestra propia consciencia; y lo bueno de lo que hubo permanecerá para siempre.

– Por Salvador Arellano