Dicen que para hacer propuestas estéticas arriesgadas hay que conocer muy bien a los clásicos. Michele Corbani es consciente de que en los tiempos actuales la propuesta estética es determinante para poder diferenciar un proyecto, pero no olvida aquella concepción del diseño desarrollada en la Italia de los 50 y 60, por los hermanos Castiglioni entre otros, que anteponía la funcionalidad a cualquier otra cuestión. Porque, aunque es cierto que en muchas ocasiones los escenarios “instagrameables” pueden jugar un papel importante a la hora de difundir un proyecto, forzar lo visual sin conectarlo con la esencia del diseño tiene el riesgo de olvidar la principal misión del interiorista: crear espacios para que las personas, sobre todo, vivan mejor en ellos.
Ilmio Design se define como un estudio ecléctico. De hoteles que parecen salidos de la fotografía colorida de Franco Fontana a restaurantes glamurosos inspirados en los años 30… ¿Cada proyecto debe tener su personalidad propia?
Para que cada proyecto sea único debe tener una personalidad propia. Estamos en un momento en el que, como suelo decir, “nos tragamos imágenes”, siendo las redes sociales el ejemplo más claro. Esto hace que cada vez sea mucho más difícil sorprender o hacer algo único. A pesar de esto, para nosotros, la búsqueda de un proyecto único es constante.
Lo que nos inspira es un equilibrio entre el lugar, el cliente y el usuario final, si estamos hablando de un hotel por ejemplo, la persona que va a vivir ese espacio. Son tres elementos que examinamos y a los que damos más peso dependiendo del proyecto específico. El cuarto elemento somos nosotros mismos: esa pizca de locura diferenciadora que es Ilmio Design.
En vuestra trayectoria habéis trabajado en muy diferentes ámbitos: sector hotelero, restaurantes, producto… Personalmente ¿tienes preferencia por diseñar para alguno de ellos?
Tanto a mi socio Andrea Spada como a mí lo que más nos apasiona son los hoteles y restaurantes, que son lo que nosotros definimos como proyectos vivos. Aquellos espacios a los que el cliente final da vida cuando los utiliza. A mí me gusta mucho por ejemplo ir a cenar a un restaurante que hemos diseñado y ver cómo la gente interactúa constantemente con el proyecto, se sorprende… Eso nos hace disfrutar mucho de nuevo.
Respecto al producto es un concepto diferente. En nuestro caso nuestros productos nacen de los proyectos, ya que los diseñamos para cubrir una necesidad que el mercado consideramos que no cubre. También es una manera de dar esa personalidad propia de la que hablábamos a cada proyecto, y al mismo tiempo democratizar ese objeto en los casos en los que ese diseño entra en la cadena de producción.
Más allá de la procedencia, en vuestros trabajos se ve una clara influencia o estilo italiano. Aun con todos los matices posibles, ¿existe una manera italiana de concebir el diseño?
Sin duda existe una manera italiana de concebir el diseño. Nos hemos criado en un país muy activo y con muchísima belleza. Un país de gran tradición creadora y también de soñadores. Creo sinceramente que los italianos tienen el diseño en el ADN. Pero si enfocamos todavía más, creo que especialmente Milán es una gran isla del diseño. Un lugar donde todo se concibe desde el diseño y en donde no solo viven grandes diseñadores y arquitectos italianos sino que también acuden diseñadores de otras procedencias, como por ejemplo Patricia Urquiola, a la que considero una de las grandes diseñadoras de la actualidad.
¿Y cómo definirías esa manera de diseñar italiana?
Más que un concepto fijo es una actitud. Si echamos la vista atrás y nos vamos por ejemplo a los años 50-60 hablamos de Castiglioni, que sí que definía el diseño italiano como algo muy funcional, pero posteriormente llega, por ejemplo, Archizoom que supone una auténtica explosión de color.
Digamos que el diseño italiano tiene mucha confrontación de ideas, un debate permanente que genera una cultura del diseño.
Una idea muy ligada al diseño italiano es el lujo. ¿Como ha evolucionado el concepto de lujo en interiorismo desde que comenzaste tu carrera?
Llevo trabajando 24 años como interiorista y el concepto de lujo ha cambiado de algo muy clásico y tradicional, incluso opulento, a algo totalmente diferente. Ahora no solo existe ese lujo clásico sino que hay muchos tipos diferentes de lujo. De hecho considero que de alguna manera cada persona define su concepto de lujo, tanto a nivel de espacio como de colores y materiales. Nos encontramos por ejemplo con el concepto de lujo relajado, donde se hablan de espacios grandes, acompañados de ciertas texturas y colores, que aportan esa relajación. Es algo bastante contrario a esos espacios del lujo clásico sobrecargados.
Cuando empezamos Andrea y yo a trabajar en Ibiza en el sector de los hoteles definimos un concepto de lujo del color. Y en ese concepto utilizamos, aun respetando la personalidad de cada proyecto, un hilo conductor gracias al cual pretendíamos que las personas entraran a esos hoteles y disfrutaran de la experiencia de estar en un espacio lleno de color, que sin duda aporta sensaciones.
¿Han cambiado también los materiales?
Antes teníamos una paleta de materiales más definida. Gracias al desarrollo de la industrialización, aplicada a la arquitectura e interiorismo, encontramos una gran riqueza de materiales. Una variedad casi infinita para crear contrastes, texturas…
Es un tema que me interesa especialmente porque en Ilmio Design investigamos muchísimo sobre materiales, incluso muchas veces nos gusta ser los primeros en usar un nuevo material, o una combinación de materiales que no se había hecho. Últimamente me atrae bastante la gama de materiales reciclados, que han visto
una gran evolución en la estética.
En lo que refiere a los procesos de producción es complicado hoy en día utilizar productos artesanos en proyectos grandes como puede ser el diseño de un hotel. ¿Como conjugar el uso de elementos estandarizados, que sin duda también aportan grandes ventajas, con la diferenciación?
En los últimos años gracias a la tecnología hemos vivido un cambio brutal, que nos ha permitido personalizar productos partiendo de una base industrializada. La industria se ha dado cuenta de las ventajas de la artesanía, de las piezas únicas, y las grandes posibilidades de poder dar al diseñador la capacidad de expresar su creatividad modificando un determinado producto. En el fondo estamos hablando de una producción semi-artesanal.
Precisamente la creatividad es uno de los elementos que destaca en los proyectos de Ilmio Design. Proyectos como el Hotel Paradiso (Ibiza) con ese guiño al grupo Archizoom, evidencian que las tendencias también están para romperse.
Nosotros no pretendemos seguir las tendencias, que son algo pasajero y que, en definitiva, pasará de moda. La creatividad no puede encontrar ese límite. Si nosotros diseñamos seis proyectos al año puede darse el caso de que ninguno tenga nada que ver uno con el otro, más allá de nuestra manera de entender el diseño. Cuando hicimos Paradiso nosotros mezclamos rosas con malvas, y sin darnos cuenta ni pretenderlo creamos de alguna manera una tendencia. El hotel fue durante tres años el más “instagrameado” de Europa y a día de hoy siguen apareciendo hoteles y restaurantes a lo largo del mundo rosas con una estética similar a Hotel Paradiso.
En otras ocasiones partís de algo que ya está construido, como el caso del Hotel de Canfranc Estación. ¿cómo se plantea un proyecto así?
Con muchísimo respeto. Cuando te piden un diseño de este tipo te impone, porque no puedes no estar a la altura. Es un grandísimo reto en el que hay que respetar un edificio histórico, inaugurado por Alfonso XIII, que además es muy querido. Lo que vas que crear tiene que dialogar con la historia de ese edificio, pero siendo una
interpretación actual, sin caer en algo historicista.
En este caso nos inspiró mucho las grandes estaciones de los años 20, especialmente los trenes, que cruzaban toda Europa como las principales vías de comunicación. A partir de ahí actualizamos el diseño para hacerlo más contemporáneo.
Comentabas en alguna ocasión que los propios clientes son los que realizan fotografías y las suben a las redes sociales. ¿El diseño es más que nunca, también, una herramienta de marketing?
Antes hablábamos de que tragamos imágenes. En el caso de los hoteles por ejemplo eso hace que en la actualidad muchas de las personas que van a un hotel ya lo han visto antes, a través de internet, redes sociales… La sorpresa es más difícil que nunca, por eso los proyectos tienen que ser únicos. La experiencia sensorial es diferente porque ya vivimos los espacios antes de estar físicamente en ellos. En definitiva, el primer escaparate de los espacios son las redes sociales.
Esto ha llevado a que muchos clientes nos pidan específicamente zonas o puntos “instagrameables”, o que produzcan el “efecto wow”. Me parece lógico y normal pero no debemos abusar de ello ni hacerlo excesivo, sino que debe nacer acorde al proyecto en el que trabajamos. No se trata de poner una pared roja con 4 cosas kitsch.
En el hotel Paradiso creamos la habitación Zero, que nace en un espacio al lado de la recepción en el cual no teníamos claro que hacer. Con Diego Calvo, responsable Concept Hotel Group, surgió la idea de hacer una habitación acristalada para performance. Cualquier persona puede ir gratis a dormir una noche, aceptando perder la intimidad, ya que cuando estás dentro durmiendo todo el mundo hace fotos etc. Es un elemento del hotel muy conocido sobre el que han salido muchos artículos, pero es algo que nace del propio proyecto. Estoy en contra de esa “masificación” de puntos instagrameables forzados.
¿Y crees entonces que el diseño debe ser siempre funcional o puede ser solo estético?
Creo que no podemos olvidarnos de que estamos creando espacios y esos espacios la gente tiene que vivirlos. El diseño, en primera instancia, tiene que ser funcional lo que pasa que ahora mismo no nos vale solo con eso. Hablando de producto por ejemplo soy contrario a esa línea de productos solo estéticos, a esas sillas muy estéticas pero en las que no aguantas más de cinco minutos. Yo ahí sí que vuelvo a mis raíces italianas, a Castiglioni, esos años 50 y 60 italianos, en los que el producto tenía que ser en esencia, funcional.
En otros proyectos, como el restaurante Noi, el color es una herramienta que permite dar personalidad al local ¿Cómo os ayuda el color a la hora de generar atmósferas?
En Ilmio Design no concebimos un espacio sin color. Para nosotros el color, incluyendo las mezclas de colores, es fundamental para llenar los espacios y diferenciarlos. En el caso de Noi mezclamos tres colores básicos: el rojo, los
terracotas, que nos recuerdan mucho a muchas ciudades italianas, y el verde oliva. Con ellos creamos ambientes totalmente diferentes. Y como decíamos antes el color también es lujo.
Ya se empieza hablar de la relación entre la Inteligencia Artificial y diseño. ¿Te interesa profesionalmente?
Siempre interesa porque es algo que inevitablemente va a llegar, aunque todavía no sabemos muy bien sus efectos. A mí la Inteligencia Artificial me interesa, no solo en arquitectura, pero sinceramente creo que es pronto para dar una opinión seria.
Lo que está claro es que el mundo siempre ha ido evolucionando. Los grandísimos arquitectos vivían sin internet, sin teléfono ni autocad. Le Corbusier, y podríamos nombrar otros miles de arquitectos, hicieron cosas impresionantes solo
con un lápiz y unas buenas ideas, interactuando con los gremios. Ahora mismo tenemos muchas herramientas, los procesos se han complicado enormemente y tenemos que adaptarnos. Aunque sinceramente no creo que estemos haciendo cosas mejores que las que hacían ellos.
Por Salvador Arellano